domingo, 30 de junio de 2013

El cielo llora. đź’­đź’­đź’­




Iván era un chico alto, muy bien parecido el orgullo de su abuelo cada que era festivo el salía con el mientras manejaba un viejo mustang rojo el preciado bebe de aquel hombre canoso, las cosas con sus padres no había estado bien su padre se había suicidado después de una borrachera días antes de la muerte de su madre quien tomaba pastillas a causa de su esposo. Iván había presenciado todas esas escenas y más casi toda su vida había sido criado por su abuelo aquel hombre que sin importar la hora esta ahí para el.

Era una tarde reluciente con los rayos del sol dando a tope en sus verdosos ojos quien eran cubiertos por sus largas pestañas tal la noche y aquella piel bronceada que resaltaba sus gruesos labios era una tae perfecta para ir al parque, a grandes zancadas se dio cuenta de un pequeño cuerpo que reposaba  en aquel grande y frondoso árbol se trataba de una castaña quien leĂ­a un libro concentrada en aquellas largas páginas ni siquiera asĂ­ inmutandose de aquella mirada penetrante de aquel joven su tez era pálida y ocupaba una grandes gafas que no dejaba descifrar aquellos ojos que tanto leĂ­an. 

Pasaron los dĂ­as e Iván nunca le hablaba a aquella chica solo se sentaba a observarla, quien todos los dĂ­as iba y se sentaba bajo aquel árbol el y ella estaban juntos sin saberlo. 

Una tarde lluviosa a Iván no le impidiĂł la lluvia el querĂ­a verla, necesitaba verla tenĂ­a el suficiente valor para hablarle y decirle que querĂ­a amarla, amarla tanto hasta desgastar su ya herido corazĂłn pero no la encontrĂł ella nunca faltaba algo iba mal, sentĂ­ un vacĂ­o y sentĂ­a aquel sentimiento de pĂ©rdida y lo peor es que nunca la habĂ­a tenido. 

Rumbo a aquel edificio donde le habĂ­a dicho su amigo que se habĂ­a incendiado y habĂ­an 3 muertos y más de 20 heridos su corazĂłn latĂ­a tan fuerte sus manos sudaban y temblaban aquel vĂ©rtigo no se iba de su cuerpo desde que aquella castaña no se habĂ­a presentado. 

Saliendo de aquel mustang sentĂ­a su cuerpo desfallecer no podĂ­a creer entre aquellos 3 muertos estaba la chica no sentĂ­a la boca y sus ojos ya tenĂ­an aquella capa cristalizada ese nudo que se habĂ­a formado en su garganta le avisaba que las lágrimas ya se asomaban. 

Su amigo callo observándolo y solo froto su espalda dándole apoyo el sabĂ­a la historia y si fue asĂ­ lo marco la vida ellos nunca se conocieron pero se amaban, ella nunca lo abrazo pero sentĂ­a aquel amor proveniente quizás nunca se dijeron un 'te amo' pero ellos sabĂ­an cuanto se amaban. 

Esa tarde llovĂ­a a cántaros pues el cielo lloraba igual que a el. 

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